Del experimento casero al prototipo digital
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Cuando era chico, tenía una condición media extraña: ser hijo único. No tenía hermanos con quienes jugar, así que la creatividad no era una opción, era una necesidad. Me inventaba historias, mundos y hacía experimentos caseros con lo que pillara en la casa. Mientras veo cómo avanzan las tecnologías a veces me pregunto cómo habría sido mi infancia si hubiera tenido acceso a las herramientas digitales de hoy.
Imagínate lo increíble que sería poder crear un programa simulador de experimentos, que genere ideas de proyectos caseros según los materiales que tienes a mano y que además, entregue las probabilidades de ser retado si se realiza tal experimento. Pero, ¿cómo llegamos a esto? Desde que se lanzó ChatGPT a fines del 2022, el desarrollo de herramientas creativas con inteligencia artificial ha avanzado a pasos agigantados.
Hoy existen plataformas como V0.dev, Replit o Bolt AI que te permiten prototipar ideas en minutos, incluso si no cachai mucho de programación. A este enfoque más lúdico, exploratorio y con harto énfasis en lo estético se le llama "Vibe Coding". El término comenzó a popularizarse en redes como Twitter (me rehuso a ser del club de quienes le dicen X) y TikTok, donde desarrolladores compartían proyectos experimentales hechos en tiempo récord, muchas veces impulsados por inteligencia artificial y centrados más en la experiencia que generaban que en su funcionalidad tradicional.
El Vibe Coding no busca solo solucionar un problema técnico. Su objetivo es transmitir una emoción, construir una atmósfera, provocar una reacción. Es la programación entendida no como una ingeniería rígida, sino como una forma de expresión creativa. En vez de partir por una especificación técnica, el vibe coder comienza con una idea, una sensación, una pregunta del tipo "¿qué pasaría si...?".
Entre sus principales ventajas está la rapidez con que se pueden armar prototipos, la facilidad para integrar APIs modernas o herramientas de generación automática, y sobre todo, la baja barrera de entrada. Esto permite que diseñadores, artistas, o incluso cabros chicos curiosos —como yo— puedan crear experiencias interactivas sin tener estudios formales en tecnología. El código se transforma en un lienzo.
Y lo mejor: empezar es mucho más simple de lo que parece. Te lo dejo en cuatro pasos, sin vueltas:
Cuéntale lo que quieres construir al LLM que más te guste (ChatGPT, Claude, el que sea), y pídele que lo transforme en un PRD (Product Requirements Document).
Abre Replit. Sube ese PRD. Y escríbele: "Build me this app. Use shadcn where you can for UI.".
Espera unos minutos y mira lo que aparece. Ese será tu primer prototipo.
Déjate llevar por la vibe. Itera, Juega, Crea y No pares.
Eso sí, no todo es tan bonito como parece. Una de sus principales limitaciones es que no siempre escala bien. Lo que parte como una genialidad improvisada puede ser difícil de mantener o adaptar si se quiere transformar en un producto más serio. Además, al centrarse en lo visual o lo emocional, a veces se dejan de lado aspectos clave como la seguridad, la accesibilidad o el rendimiento. Hoy el vibe coding sirve para explorar, pero no necesariamente para construir algo sólido a largo plazo. Sin embargo, lo que estamos viendo hoy es apenas el comienzo: todo indica que en el futuro sí lograremos proyectos sostenibles. Las herramientas están avanzando tan rápido que cada vez vemos más soluciones que combinan lo estético con lo funcional. Es probable que muy pronto se pueda escalar sin tener que sacrificar la “vibe”.
En resumen, el Vibe Coding representa una nueva forma de vincularse con la tecnología. No viene a reemplazar la ingeniería tradicional, pero sí amplía el abanico de posibilidades al permitir que más personas participen en el proceso creativo digital. Es, en el fondo, una invitación a jugar, a experimentar y a usar el código como una forma de expresión. Y para quienes crecimos inventando mundos solos, es casi un superpoder.